El impacto de las bajas pensiones dejado por el informe de la Comisión Bravo, el escándalo de los “jubilazos” en Gendarmería y la arremetida del movimiento No+AFP con sus multitudinarias marchas, abrieron una caja de Pandora para la industria. A esa tormenta perfecta se sumó la polémica por las “fusiones truchas” de Cuprum-Argentum y Provida-Acquisition, la disputa interna en el gremio y la inédita propuesta del Gobierno para instalar un pilar solidario de reparto. El 2017, con elecciones de por medio, podría ser el año en que las AFP vivan realmente en peligro. Nadie piensa seriamente que la industria se acaba, pero sí que las reformas que se vienen no serán cosméticas.
Publicado en El Mostrador el 30 de enero de 2017
El sistema de pensiones fue creado en 1981, a partir de un decreto emitido por el entonces ministro del Trabajo, José Piñera, en 1980. El sistema anterior, de reparto, exigía altas tasas de cotización, por lo que la Dictadura usó la mejor fórmula para incentivar que la gran mayoría de chilenos y chilenas se sumara al nuevo sistema: rebajó el porcentaje de cotización, elevando el sueldo líquido y provocando el traspaso masivo a las AFP.
Ningún gobierno de la Concertación se animó a corregir los cálculos de Piñera y menos de dos décadas después el sistema hacía crisis: el mercado laboral es sustancialmente informal, los incentivos no están en el ahorro y la población no conoce el sistema ni tiene foco en ahorrar para su vejez. El 2008, Bachelet encabezó la primera gran reforma al sistema con foco en mejorar las pensiones. El Estado asumía la responsabilidad de subsidiar pensiones de los más pobres, pero la gran masa seguía expuesta a bajos niveles de densidad de cotizaciones mientras aumentaban las expectativas de vida y los recursos se hacían insuficientes para que cada afiliado obtuviera una pensión por el 70% de su sueldo en los últimos diez años de actividad laboral, como prometió el Gobierno de Pinochet.
La reforma de Bachelet no fue suficiente y el mismo 2008 el sistema financiero estadounidense estalló con la crisis subprime. Los fondos en Chile cayeron en casi US$ 40.000 millones, destruyendo cerca de un tercio de los fondos acumulados. Fue el punto de partida de los cuestionamientos al sistema, con particular encono sobre las AFP.
Ocho años después, la Comisión Bravo marcaría un nuevo hito en el terremoto que han venido viviendo las administradoras privadas: en septiembre de 2015, la instancia presidida por David Bravo emitió un informe que develaba pensiones mayoritariamente miserables, con tasas de reemplazo cercanas a un tercio de los sueldos y con proyecciones aún más dramáticas para los jubilados en la siguiente década.
A eso se sumó el escándalo de los “jubilazos”, gatillado por la millonaria pensión de la ex esposa del diputado PS Osvaldo Andrade.
El movimiento No + AFP tomó las banderas contra las AFP e inició la coordinación de masivas marchas en las calles de Santiago y el resto de país. Un millón de personas llegaron a movilizarse y la agenda se copó de exigencias de cambio.
Desde entonces, el temor de las AFP fue creciendo y no se ha detenido.
El año 2016 fue el punto de inflexión para hacer impostergables los cambios al sistema de pensiones y ha abierto una posibilidad de cambio que la industria de AFP ve con temor, pensando en que su negocio se destiña a tal nivel, que los niveles de rentabilidad de años pasados no puedan repetirse.
En el último año de Gobierno de Bachelet, y con su compromiso de presentar modificaciones antes de que se lancen las candidaturas presidencial y parlamentarias, el 2017 puede ser la continuación de un 2016 en que la industria comenzó a sentir presión y aún no se sabe si solo hay riesgo de menores de utilidades y definitivamente hará carne el año en que comenzó a vivir en peligro.