Por Marco Kremerman, investigador de la Fundación SOL
Durante los últimos días de 2010, el INE publicó las cifras de empleo correspondientes al trimestre septiembre-noviembre y los datos indican que la tasa de desempleo bajó a 7,1% y que durante los últimos 9 meses se han creado 385 mil nuevos puestos de trabajo. El Gobierno celebra las cifras y se felicita porque ya se ha sobrepasado la meta de crear más de 300 mil empleos, sin embargo hay algo que no huele bien y basta con profundizar un poco en el análisis para darse cuenta de lo que se esconde detrás de los grandes números.
Tal como se puede observar en la minuta de empleo que Fundación SOL publica mensualmente, dos de cada tres empleos creados durante los primeros nueve meses de 2010 son trabajos “por cuenta propia”, “personal de servicio doméstico” o “familiar no remunerado”. Ello implica que no están vinculados necesariamente a políticas o planes del gobierno y que no están cubiertos por los sistemas de protección clásicos del trabajo.
Se trata de trabajos en general precarios, ya que el 90% de los nuevos trabajos por cuenta propia se encuentran bajo la modalidad de jornada parcial (incluidas aquellas personas que trabajan 1 hora a la semana); y 76% son Trabajadores no Calificados, Operarios y Artesanos y Vendedores del Comercio.
Los empleos asalariados del sector privado sólo han aumentado en 77 mil, lo que representa sólo un 20% de los 385 mil nuevos empleos creados entre enero-marzo y septiembre-noviembre de 2010. Corresponde, además, principalmente a empleo según jornada parcial, subcontratado y suministrado.
Finalmente, si comparamos con el trimestre pasado, las cifras nos indican que se crearon 47 mil nuevos empleos asalariados, sin embargo se puede observar que el año 2009, para el mismo período, se habían creado más de 102 mil empleos.
En resumen, mientras la economía nacional crece a tasas mensuales en torno al 6%, los datos muestran que los frutos de ese crecimiento están llegando a muy pocas personas. Si bien se han creado más puestos de trabajo, se trata principalmente de iniciativas individuales, que en buena parte de los casos rayan en la sobrevivencia y no disfrutan de los beneficios de un contrato de trabajo, cotizaciones ni seguro de desempleo. Aún más, los pocos empleos asalariados que se han creado, son más precarios que antes y en muchos casos quedan al margen de derechos básicos como la sindicalización y la negociación colectiva.
Se está provocando un gran deterioro del trabajo en Chile. El mercado laboral, como algunos se acostumbraron a llamarle, se está transformando en un lugar en donde todos trabajan, pero muy pocas personas tienen empleo, tal como ha constatado el sociólogo Robert Castel.
El vergonzoso episodio de los 33 mineros, las pésimas condiciones de trabajo de los choferes de buses y las huelgas que los medios de comunicación no cubrieron durante 2010, son un fiel reflejo de la tremenda deuda que Chile tiene con sus trabajadores. Urge que el 2011 sea el año en que se produzca un gran debate sobre la calidad del empleo en nuestro país, discusión que el Gobierno ha evadido en estos meses, pero que será crucial para que Chile pueda alguna vez, de verdad, llegar a ser un país desarrollado.
Esta columna fue publicada originalmente en El Mostrador